martes, junio 13, 2017

Verbena.


Anoche fui a un concierto en la Plaza Mayor. Martirio con la Sinfónica de Madrid.
Desde que estuve en México tengo debilidad por la música en la plaza del pueblo. Me emociona mucho y creo que esas personas que se levantan y se ponen a bailar son las personas que conviene tener cerquita.
Contemplaba yo anoche las luces sobre las fachadas de la Plaza Mayor, la grupa del caballo de Felipe III, el cartel de San Isidro hecho de floripondios y estaba en la gloria sin necesidad ninguna de estar en otro sitio.
Martirio como es muy lista se marcó un par de rarezas mano a mano con la orquesta. Cantó una copla libertaria de Concha Piquer que nadie había vuelto a cantar en 80 años (se dice), cantó la bien pagá en inglés para los turistas y cantó el Madrid de Agustín Lara.
A mí Madrid me emociona mucho. Cosa que nunca ha conseguido Granada, que no me emociona una mierda aunque viví allí hasta los 25 años.
Pero lo mejor de todo fue una vieja loca que se negaba a sentarse y despejar el pasillo por más que se lo pedía el guardia. Ella lo que quería era bailar. Llevará ella toda la vida bailando en las plazas de Madrid, no va a venir ahora nadie a decirle que se siente.
Se le juntaba el labio de abajo con la nariz por la falta de dientes, pero iba primorosamente maquillada y peinada, con su melena lisa y dos totos. Se abría la chaqueta y le daba un meneo al bolso en cada arrebato de emoción, aunque se notaba que la orquesta que estaba ella escuchando a veces era la que había en el escenario y a veces era otra. No paraba de cantar, aunque ella lo que estaba cantando era otra cosa. De vez en cuando sintonizaba con los perifollos de la orquesta. "Hace eso tan socorrido de mover la boca sin saberse la canción", decía yo, pero no era verdad. Ella lo veía todo clarísimo. Qué bien dosificaba los recursos del baile. Se guardaba las vueltas de 360 grados para los momentos más emotivos, y cuando Martirio, mirando a los ojos al director de la orquesta, dijo aquello de "Y vas a ver lo que es canela fina y armar la tremolina cuando vengas a Madrid. Que sí." se ajustó el bolso al hombro y se encaminó hacia el escenario hasta que la perdimos de vista.
"Así acabaré yo", decía mi amiga Silvia. Pues mira, ajolá. Voy a intentar acordarme de esta señora para tenerla de ejemplo. Ajolá que entre quedarse encerrado en casa y salir a bailar solo a la plaza me dé siempre por lo segundo.
La culpa de toda esta ñoñería joaquinsabinesca la tiene Madrid.

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